Lecturas de Hoy

Viernes de la XII semana del Tiempo ordinario

Lectionary: 375

Primera Lectura

Gn 17, 1. 9-10. 15-22

Cuando Abram tenía noventa y nueve años, se le apareció el Señor y le dijo: “Yo soy el Dios todopoderoso. Camina en mi presencia y séme fiel. Cumple mi alianza tú y tu posteridad, de generación en generación. La alianza que hago contigo y tus descendientes, y que tienen que cumplir, consiste en que todos sus hijos varones serán circuncidados”.

Saray, tu esposa, ya no se llamará Saray, sino Sara. La bendeciré y ella te dará un hijo, y yo lo bendeciré; de él nacerán pueblos y reyes de naciones’’.

Abraham se postró en tierra y se puso a reír, diciendo en su interior: “¿Podrá un hombre de cien años tener un hijo, y Sara, a sus noventa, podrá dar a luz?”

Entonces Abraham le dijo a Dios: “Me conformo con que le conserves la vida a Ismael”. Dios le respondió: “Sara, tu esposa, te dará un hijo y le pondrás por nombre Isaac. Con él y con sus descendientes estableceré mi alianza, una alianza perpetua.

En cuanto a Ismael, también te he escuchado. Lo bendeciré, lo engrandeceré y haré que su descendencia sea muy numerosa; engendrará doce príncipes y será padre de un gran pueblo. Pero mi alianza la estableceré con Isaac, el que Sara te dará a luz el año que viene, por estas fechas’’.

Y cuando Dios terminó de hablar con Abraham, se retiró.

Salmo Responsorial

Salmo 127, 1-2. 3. 4-5

R. (4) Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos.
Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos;
comerá del fruto de su trabajo,
será dichoso, le irá bien. 
R. Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos.
Su mujer, como vid fecunda,
en medio de su casa;
sus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de su mesa. 
R. Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos.
Esta es la bendición del hombre que teme al Señor:
“Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida”. 
R. Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos.

Aclamación antes del Evangelio

Mt 8, 17

R. Aleluya, aleluya.
Cristo hizo suyas nuestras debilidades
y cargó con nuestros dolores.
R. Aleluya.

Evangelio

Mt 8, 1-4

En aquel tiempo, cuando Jesús bajó de la montaña, lo iba siguiendo una gran multitud. De pronto se le acercó un leproso, se postró ante él y le dijo: “Señor, si quieres, puedes curarme”. Jesús extendió la mano y lo tocó, diciéndole: “Sí quiero, queda curado”.

Inmediatamente quedó limpio de la lepra. Jesús le dijo: “No le vayas a contar esto a nadie. Pero ve ahora a presentarte al sacerdote y lleva la ofrenda prescrita por Moisés para probar tu curación”.

Los textos de la Sagrada Escritura utilizados en esta obra han sido tomados de los Leccionarios I, II y III, propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana, copyright © 1987, quinta edición de septiembre de 2004. Utilizados con permiso. Todos los derechos reservados. Debido a cuestiones de permisos de impresión, los Salmos Responsoriales que se incluyen aquí son los del Leccionario que se utiliza en México. Su parroquia podría usar un texto diferente.