Lecturas de Hoy

Martes de la I semana del tiempo ordinario

Lectionary: 306

Primera Lectura

Heb 2, 5-12

Hermanos: Dios no ha sometido a los ángeles el nuevo orden de la salvación, del cual estamos hablando. Un salmo lo atestigua solemnemente diciendo: ¿Qué es el hombre, para que de él te acuerdes, ese pobre ser humano, para que de él te preocupes? Sin embargo, lo hiciste un poquito inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad. Todo lo sometiste bajo sus pies. 

Al decir aquí la Escritura que Dios le sometió todo, no se hace ninguna excepción. Es verdad que ahora todavía no vemos el universo entero sometido al hombre; pero sí vemos ya al que por un momento Dios hizo inferior a los ángeles, a Jesús, que por haber sufrido la muerte, está coronado de gloria y honor. Así, por la gracia de Dios, la muerte que él sufrió redunda en bien de todos. 

En efecto, el creador y Señor de todas las cosas, quiere que todos sus hijos tengan parte en su gloria. Por eso convenía que Dios consumara en la perfección, mediante el sufrimiento, a Jesucristo, autor y guía de nuestra salvación. 

El santificador y los santificados tienen la misma condición humana. Por eso no se avergüenza de llamar hermanos a los hombres, cuando dice: Hablaré de ti a mis hermanos; en medio de la asamblea te alabaré. 

Salmo Responsorial

8, 2ab y 5. 6-7. 8-9

R. (cf 7) Diste a tu Hijo el mando sobre las obras tus manos. 
¡Que admirable es Señor y Dios nuestro, 
tu poder en toda la tierra! 
¿Qué es el hombre, para que de él acuerdes; 
ese pobre ser humano, para que de él te preocupes? 
R. Diste a tu Hijo el mando sobre las obras tus manos.
Sin embargo, lo hiciste un poquito inferior a los ángeles, 
lo coronaste de gloria y dignidad, 
le diste el mando sobre las obras de tus manos 
y todo lo sometiste bajo sus pies. 
R. Diste a tu Hijo el mando sobre las obras tus manos.
Pusiste a su servicio los rebaños y las manadas, 
todos los animales salvajes, 
las aves del cielo y los peces del mar, 
que recorren los caminos de las aguas. 
R. Diste a tu Hijo el mando sobre las obras tus manos.
 

Aclamación antes del Evangelio

Cfr 1 Tes 2, 13

R. Aleluya, aleluya. 
Reciban la palabra de Dios, no como palabra humana, 
sino como palabra divina, tal como es en realidad. 
R. Aleluya. 

Evangelio

Mc 1, 21-28

En aquel tiempo, llegó Jesús a Cafarnaúm y el sábado siguiente fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. 

Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: “¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Jesús le ordenó: “¡Cállate y sal de él!” El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban: “¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen”. Y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea. 

Los textos de la Sagrada Escritura utilizados en esta obra han sido tomados de los Leccionarios I, II y III, propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana, copyright © 1987, quinta edición de septiembre de 2004. Utilizados con permiso. Todos los derechos reservados. Debido a cuestiones de permisos de impresión, los Salmos Responsoriales que se incluyen aquí son los del Leccionario que se utiliza en México. Su parroquia podría usar un texto diferente.