Lecturas de Hoy

Memoria opcional de San Pedro Juliano Eymard, presbítero

Lectionary: 611A

Común de pastores.

Primera Lectura

Hechos 4, 32-35

La multitud de los que habían creído tenía un solo corazón y una sola alma; todo lo poseían en común y nadie consideraba suyo nada de lo que tenía.

Con grandes muestras de poder, los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús y todos gozaban de gran estimación entre el pueblo. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían terrenos o casas, los vendían, llevaban el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles, y luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno.
 

Salmo Responsorial

Del Salmo 33

R. Bendigamos al Señor a todas horas.
O bien: 
R. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.
Bendeciré al Señor a todos horas,
no cesará mi boca de alabarlo. 
Yo me siento orgulloso del Señor;
que se alegre su pueblo al escucharlo. 
R. Bendigamos al Señor a todas horas.
O bien: 
R. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.
Proclamemos qué grande es el Señor
y alabemos su nombre. 
Cuando acudí al Señor, me hizo caso
y me libró de todos mis temores..
R. Bendigamos al Señor a todas horas.
O bien: 
R. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.
Vuélvanse a él y quedarán radiantes, 
jamás se sentirán decepcionados. 
El Señor siempre escucha al afligido, 
de su tribulación lo pone a salvo. 
R. Bendigamos al Señor a todas horas.
O bien: 
R. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.
A quien teme al Señor,
el ángel del Señor lo salva y cuida. 
¡Prueben! Verán qué bueno es el Señor; 
dichoso quien en él confía.
R. Bendigamos al Señor a todas horas.
O bien: 
R. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.
Que amen al Señor todos sus fieles,
pues nada faltará a quienes lo aman.
El rico empobrece y pasa hambre;
a quien busca al Señor nada le falta.
R. Bendigamos al Señor a todas horas.
O bien: 
R. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Juan 15, 4. 5

R. Aleluya, aleluya.
Permanezcan en mí y yo en ustedes, dice el Señor;
el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.
R. Aleluya.

Evangelio

Juan 15, 1-8

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto.

Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde.

Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos’’.

Los textos de la Sagrada Escritura utilizados en esta obra han sido tomados de los Leccionarios I, II y III, propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana, copyright © 1987, quinta edición de septiembre de 2004. Utilizados con permiso. Todos los derechos reservados. Debido a cuestiones de permisos de impresión, los Salmos Responsoriales que se incluyen aquí son los del Leccionario que se utiliza en México. Su parroquia podría usar un texto diferente.