Hagamos el elogio de aquellos hombres ilustres,
que fueron nuestros padres.
Ellos fueron misericordiosos
y sus obras no se han olvidado.
Se perpetúan en sus descendientes
y éstos son la rica herencia que han dejado.
Sus hijos siguen fieles a la alianza
y sus nietos también, gracias a ellos.
Su gloria jamás se extinguirá.
Sus cuerpos fueron sepultados en paz
y su nombre durará eternamente.
Que proclamen los pueblos su sabiduría
y los alabe dignamente la asamblea.