“Alégrate, tú, la estéril, que no dabas a luz;
rompe a cantar de júbilo,
tú que no habías sentido los dolores de parto;
porque la abandonada tendrá más hijos que la casada,
dice el Señor.
Ensancha el espacio de tu tienda,
despliega sin miedo las lonas,
alarga las cuerdas, clava bien las estacas,
porque te extenderás a derecha y a izquierda:
tu estirpe heredará las naciones
y poblará las ciudades desiertas.
No temas, porque ya no tendrás que avergonzarte;
no te sonrojes, pues ya no te afrentarán;
antes bien, olvidarás la vergüenza de tus años jóvenes
y no volverás a recordar el deshonor de tu viudez.
El que te creó, te tomará por esposa;
su nombre es ‘Señor de los ejércitos’.
Tu redentor es el Santo de Israel;
será llamado ‘Dios de toda la tierra’.
Como a una mujer abandonada y abatida
te vuelve a llamar el Señor.
¿Acaso repudia uno a la esposa de la juventud?,
dice tu Dios.
Por un instante te abandoné,
pero con inmensa misericordia te volveré a tomar.
En un arrebato de ira
te oculté un instante mi rostro,
pero con amor eterno me he apiadado de ti,
dice el Señor, tu redentor.
Me pasa ahora como en los días de Noé:
entonces juré que las aguas del diluvio
no volverían a cubrir la tierra;
ahora juro no enojarme ya contra ti
ni volver a amenazarte.
Podrán desaparecer los montes
y hundirse las colinas,
pero mi amor por ti no desaparecerá
y mi alianza de paz quedará firme para siempre.
Lo dice el Señor, el que se apiada de ti”.