En el primer mes del año veinte del reinado de Artajerjes, siendo yo, Nehemías, el copero mayor, serví una copa de vino y se la ofrecí al rey. Nunca me había presentado ante él con cara triste. Entonces el rey me preguntó: “¿Por qué estás tan triste, si no estás enfermo? ¿Qué es lo que te preocupa?”
Sentí entonces un gran temor y le respondí: “Que viva el rey para siempre. ¿Cómo no he de estar triste, cuando la ciudad donde se hallan enterrados mis padres está en ruinas y sus puertas consumidas por el fuego?” El rey me dijo: “¿Qué es, pues, lo que quieres?”
Me encomendé al Dios del cielo y le contesté al rey: “Si le parece bien a mi señor, el rey, y si está satisfecho de mí, déjeme ir a Judá para reconstruir la ciudad donde están enterrados mis padres”. El rey y la reina, que estaba sentada a su lado, me preguntaron: “¿Cuánto durará tu viaje y cuándo volverás?” Al rey le pareció bien el plazo que le indiqué y me permitió ir.
Entonces yo añadí: “Ruego a mi señor, el rey, que me dé cartas para los gobernadores de la región del otro lado del río, para que me faciliten el viaje hasta Judá; y una carta dirigida a Asaf, encargado de los bosques reales, para que me suministren madera para las puertas de la ciudadela del templo, para el muro de la ciudad y para la casa donde me voy a instalar”.
Gracias a Dios, el rey me concedió todo lo que le pedí.
Lecturas de Hoy
Memoria de San Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia
Lectionary: 457
Primera lectura
Neh 2, 1-8
Salmo Responsorial
Salmo 136, 1-12. 3. 4-5. 6
R. (6a) Tu recuerdo, Señor, es mi alegría.
Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos
a llorar de nostalgia;
de los sauces que esteban en la orilla
colgamos nuestras arpas.
R. Tu recuerdo, Señor, es mi alegría.
Aquellos que cautivos nos tenían
pidieron que cantáramos.
Decían los opresores:
“Algún cantar de Sión, alegres, cántennos”.
R. Tu recuerdo, Señor, es mi alegría.
Pero, ¿cómo podríamos cantar
un himno al Señor en tierra extraña?
¡Que la mano derecha se me seque
si de ti, Jerusalén, yo me olvidara!
R. Tu recuerdo, Señor, es mi alegría.
¡Que se me pegue al paladar la lengua,
Jerusalén, si no te recordara,
o si, fuera de ti,
alguna otra alegría yo buscara!
R. Tu recuerdo, Señor, es mi alegría.
Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos
a llorar de nostalgia;
de los sauces que esteban en la orilla
colgamos nuestras arpas.
R. Tu recuerdo, Señor, es mi alegría.
Aquellos que cautivos nos tenían
pidieron que cantáramos.
Decían los opresores:
“Algún cantar de Sión, alegres, cántennos”.
R. Tu recuerdo, Señor, es mi alegría.
Pero, ¿cómo podríamos cantar
un himno al Señor en tierra extraña?
¡Que la mano derecha se me seque
si de ti, Jerusalén, yo me olvidara!
R. Tu recuerdo, Señor, es mi alegría.
¡Que se me pegue al paladar la lengua,
Jerusalén, si no te recordara,
o si, fuera de ti,
alguna otra alegría yo buscara!
R. Tu recuerdo, Señor, es mi alegría.
Aclamación antes del Evangelio
Cfr Flp 3, 8-9
R. Aleluya, aleluya.
Todo lo considero una pérdida y lo tengo por basura,
para ganar a Cristo y vivir unido a él.
R. Aleluya.
Todo lo considero una pérdida y lo tengo por basura,
para ganar a Cristo y vivir unido a él.
R. Aleluya.
Evangelio
Lc 9, 57-62
En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos, alguien le dijo: “Te seguiré a donde quiera que vayas”. Jesús le respondió: “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene en dónde reclinar la cabeza”.
A otro, Jesús le dijo: “Sígueme”. Pero él le respondió: “Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre”. Jesús le replicó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú ve y anuncia el Reino de Dios”.
Otro le dijo: “Te seguiré, Señor; pero déjame primero despedirme de mi familia”. Jesús le contestó: “El que empuña el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”.
A otro, Jesús le dijo: “Sígueme”. Pero él le respondió: “Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre”. Jesús le replicó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú ve y anuncia el Reino de Dios”.
Otro le dijo: “Te seguiré, Señor; pero déjame primero despedirme de mi familia”. Jesús le contestó: “El que empuña el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”.
Los textos de la Sagrada Escritura utilizados en esta obra han sido tomados de los Leccionarios I, II y III, propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana, copyright © 1987, quinta edición de septiembre de 2004. Utilizados con permiso. Todos los derechos reservados. Debido a cuestiones de permisos de impresión, los Salmos Responsoriales que se incluyen aquí son los del Leccionario que se utiliza en México. Su parroquia podría usar un texto diferente.