Escuchen lo que dice el Señor:
“Levántate; llama a juicio a los montes,
que las colinas escuchen tu voz.
Escuchen, montes, el juicio del Señor,
pongan atención, cimientos de la tierra:
el Señor entabla juicio contra su pueblo,
presenta sus quejas contra Israel.
Pueblo mío, ¿qué mal te he causado
o en qué cosa te he ofendido? Respóndeme.
Con la ayuda de Moisés, Aarón y María,
yo te saqué de Egipto y te libré de la esclavitud’’.
¿Qué cosa digna le ofreceré al Señor,
postrado ante el Dios del cielo?
¿Le ofreceré en holocausto becerros de un año?
¿Aceptará el Señor un millar de carneros
o diez mil ríos de aceite?
¿En expiación por mis culpas le ofreceré a mi primogénito,
al fruto de mis entrañas, por mi pecado?
Hombre, ya te he explicado lo que es bueno,
lo que el Señor desea de ti:
que practiques la justicia y ames la lealtad
y que seas humilde con tu Dios.