Hermanos: Si hace falta presumir (aunque nada se saca con ello), hablaré de las visiones y revelaciones del Señor. Sé de un hombre que hace catorce años fue arrebatado hasta el tercer cielo (si fue con el cuerpo o sin el cuerpo, no lo sé, Dios lo sabe). Lo cierto es que ese hombre fue arrebatado al paraíso (si fue con el cuerpo o sin el cuerpo, no lo sé, Dios lo sabe) y oyó palabras misteriosas que el hombre no puede pronunciar.
De ese hombre sí podría gloriarme; pero en cuanto a mí, sólo me gloriaré de mis debilidades. Si pretendiera, pues, gloriarme, no sería insensato, diría la pura verdad. Pero me abstengo de ello, no sea que alguien se forme de mí una idea superior a lo que en mí ve o de mí escucha.
Y por eso, para que yo no me llene de soberbia por la sublimidad de las revelaciones que he tenido, llevo una espina clavada en mi carne, un enviado de Satanás, que me abofetea para humillarme. Tres veces le he pedido al Señor que me libre de esto, pero él me ha respondido: “Te basta mi gracia, porque mi poder se manifiesta en la debilidad”.
Así pues, de buena gana prefiero gloriarme de mis debilidades, para que se manifieste en mí el poder de Cristo. Por eso me alegro de las debilidades, los insultos, las necesidades, las persecuciones y las dificultades que sufro por Cristo, porque cuando soy más débil, soy más fuerte.